¿Saben qué pasará mañana? ¿Y la semana que viene? ¿Y el mes que
viene? ¿Saben qué va a pasar el año próximo? ¿Y eso les angustia, les
excita o les motiva? Seamos honestos, la incertidumbre es interesante si
la podemos mantener en un entorno controlado. Una película necesita
incertidumbre, un libro de narrativa también, pero estos son ejemplos de
espacios acotados y que sabemos que tienen un principio y un final. Son
entornos donde la incertidumbre tiene un papel, pero donde asumimos la
certidumbre del final cierto.
¿Y fuera de esos entornos? ¿Nos interesa la incertidumbre? Bueno, según y cómo. Dice Zygmunt Bauman en una entrevista en La Vanguardia
que “la única certeza es la incertidumbre”. Aparte del juego de
palabras al que son muy aficionados muchos escritores y pensadores, es
cierto que la experiencia nos demuestra que hacer previsiones esperando que se cumplan al 100% es un error y una pérdida de tiempo.
Socialmente estamos viendo cómo años de estabilidad (aparentemente no
demasiado sólida pero estabilidad desde el punto de vista psicológico)
está rompiéndose en un espacio de tiempo muy corto. Esto crea
inestabilidades, miedos e inseguridades que afectan al mercado. La
incertidumbre de no saber cómo y cuándo va a acabar esta crisis afecta
al mercado, que se paraliza y se vuelve inestable.
En realidad el ser humano busca la certidumbre, trata de proyectar su vida al futuro para saber qué es lo que éste le depara y no tener sorpresas. El
ser humano trata de gestionar su vida desde lo conocido. La
certidumbre, en estos casos supone un colchón que mitiga la
inestabilidad del cambio no querido o esperado. La sorpresa se
ve como un hecho desagradable si no trae consigo un significado que
implique control: podemos asumir la sorpresa de un cumpleaños, incluso
la sorpresa de un ascenso, pero no la de un despido porque éste implica
un cambio de esquemas y una pérdida de control del entorno en el que
vivía.
Un consejo para los que estén buscando ideas para los negocios: vendan certidumbre, como lo empaqueten es cosa suya.
Sin embargo económicamente la incertidumbre tiene un valor, forma
parte del mercado incluso como producto. Por un lado están las bolsas,
que viven de la incertidumbre, de la apuesta por el futuro. Por
supuesto, los operadores tratan de mitigar esa incertidumbre a través de
análisis, estudios e informes, pero si se perdiera esa incertidumbre la
bolsa no tendría mucha razón de ser.
Luego están los que tratan de vender que son capaces de mitigar esa
incertidumbre, los consultores y asesores que son contratados porque los
empresarios, autónomos o emprendedores se encuentran en un entorno que
no comprenden o que son incapaces de gestionar. Por supuesto no estoy en
contra de los consultores y asesores (de hecho soy uno de ellos), ni
tampoco de que el que la necesite pida ayuda. Sin embargo, y esto me
parece importante, creo que estamos minusvalorando el valor de la incertidumbre. Ahora volveré a ello.
La gestión empresarial también muestra indicios de ese deseo de
control. Los modelos de negocio van en la dirección de controlar no sólo
a la propia empresa, sino también el entorno. Cuando Michael Porter, por ejemplo, habla de las 5 fuerzas del mercado lo que está tratando es de conocerlo para dominarlo. Es normal y lógico, porque la
incertidumbre cuesta dinero, no conocer el entorno es peligroso, y no
estar preparado para dar respuestas rápidas te puede sacar del mercado.
Hemos de tener en cuenta, sin embargo, que esa capacidad de
conocimiento, control y predicción se está perdiendo. En una era en la
que el conocimiento es muy fácil de conseguir y al que es muy fácil
acceder, nos encontramos con un entorno inestable, lleno de caras, como
un poliedro, como diría mi amigo Manel, en el que surgen constantemente nuevas teorías y enfoques que nos alejan de una comprensión unívoca de la realidad. Hay tantas formas de estar en el mercado y caminos hacia el éxito o el fracaso como empresas y proyectos.
Pero como he dicho antes, la incertidumbre, un cierto grado de
incertidumbre, no sólo no es malo, sino que permite un desarrollo más
adecuado e interesante de nuestras empresas y proyectos. La
incertidumbre nos mantiene alertas, nos obliga a improvisar y a mejorar
constantemente nuestras capacidades, nos hace trabajar e idear out of
the box, y nos hace más dinámicos.
Gestionar la incertidumbre implica aceptar los fallos como parte de
nuestros procesos de gestión, asumiendo que son un elemento fundamental
de mejora. El error aparece como un resultado no deseado, una acción o
gestión incorrecta que rompe la certidumbre de un resultado adecuado y
deseado. Lo que pasa es que en ocasiones ese error abre puertas a otras
proyecciones, a cambios en escenarios futuros que posiblemente no
hayamos sido capaces de ver pero que pueden ser muy interesantes para
nuestros proyectos.
La gestión de la incertidumbre ha de ser implantada en las organizaciones, estando preparados para su llegada y dejando espacios de indefinición. La innovación bebe de la incertidumbre, del desconocimiento del alcance de los proyectos innovadores que comenzamos. Empresas abiertas e innovación abierta
son magníficas herramientas para integrar la incertidumbre dentro de
nuestras empresas sin que genere una explosión descontrolada de ellas y
dentro de ellas. Los modelos abiertos de gestión, favorecen la posibilidad de sacar el máximo partido de la incertidumbre. La
incertidumbre ayuda a las empresas a aprender, pues les obliga a estar
constantemente adaptándose a nuevos escenarios y a prever múltiples
variantes.
Ahora bien, ¿cómo la gestionamos de manera formal, material? La
primera pregunta que deberíamos hacernos, tal vez, es si la
incertidumbre se puede gestionar. ¿Cómo gestionar lo incierto? ¿Cómo
gestionar lo que no sabemos si existe o no? Creo que hay varias claves
para integrar la incertidumbre dentro de nuestras estructuras:
Conocimiento. Es importante conocer, saber para dar respuestas correctas a modelos nuevos, a escenarios nuevos.
Out of the box. Ese conocimiento no puede ser el
tradicional, no podemos seguir respondiendo con criterios tradicionales
cambios imprevistos e impensables hace unos años.
Flexibilidad. Debemos estar dispuestos a cambiar
estructuras físicas y mentales, a olvidar normas que se han mostrado
inútiles y carentes de validez.
Apertura. Rompiendo los límites de la empresa,
rompiendo nuestros propios límites mentales de modo que nos permitan
encontrar soluciones en entornos y fuentes distintas a las habituales.
Cambio. Integrar el cambio como parte normal de la
empresa, como forma de gestión. Sólo las organizaciones que están
dispuestas a cambiar están en disposición de sobrevivir.
Error. Como elemento clave de la incertidumbre, pues la crea y le da sentido al ayudarnos a aprender de ese error.
Estamos en un momento en el que sólo nos cabe convivir con la
incertidumbre, adecuando nuestras organizaciones a cambios constantes y a
veces desconocidos.Los mercados que antes nos parecían maduros y estables están cambiando o desapareciendo.
Y nuevas formas de comercialización, de gestión y de acceso a mercados
están apareciendo sin que a veces lleguemos ni a comprenderlas. Podemos
luchar por el control, pero el control se nos va a escapar como el agua.
Tal vez sea más inteligente convivir con la incertidumbre y tratar de
sacar el máximo partido de ella.
Publicado en Pensamiento Estratégico. Post original aqui.
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